lunes, 25 de enero de 2016

No te merece

Y ahora, después de todo, te preguntas qué hiciste mal. Que podría haber sido diferente, en qué momento empezó todo a cambiar, quién es ahora o si llegaste a conocerle. Te preguntas qué podrías haber hecho antes de que todo empezara a desmoronarse. Te preguntas si todo hubiera sido mejor si no le hubieras conocido.

Recuerdas. Los buenos momentos, juntos, haciendo mil cosas y con otros mil planes por hacer. Recuerdas y, sin embargo, los malos momentos se han difuminado en tu mente. Y de vez en cuando reaparecen, cuando la rabia hace que aprietes tus manos, que tus uñas se claven en tu carne. Cuando tu pecho se mueve al compás de un corazón que se agarrota y el aire te quema en los pulmones. Cuando tus ojos se eclipsan de rencores y de porqués sin respuesta

Pues bien, la tienes delante de ti: no te merece.
Te has negado a creerlo y, sin embargo, una parte de ti lo sabe desde hace tiempo. Cuando dos coches corren a todo gas, el uno frente al otro, en un mismo carril, esperando que uno de ellos se aparte para evitar el choque.

Cuando hay cosas que no te gustan, cuando hay detalles que se acumulan y le miras a los ojos esperando encontrar algún tipo de solución. Que un día despierte y sea la persona que pensabas que era. Que tu mente no te haya jugado una mala pasada y que el amor no hubiera empañado su verdadera forma de ser. La de esa persona que no te gusta, que sus valores no tengan nada que ver con los tuyos, que hace las cosas mal. Que hace las cosas muy mal, ¿y no se da cuenta? Por favor, que todo se arregle. Por favor, por favor. Que todo vuelva a ser como era antes. Por favor. Suplicas, y ni siquiera sabes a quién. Y el desasosiego te quema en la lengua, y las palabras se te atragantan. Pero es que pasaste algo por alto: no te merece.

Y es que después de todo, una simple buena acción, un bonito detalle, hacía que todo lo demás se te olvidará. Pero la colisión es inevitable. Y los dos coches explotan en llamas, y su acero se retuerce hasta convertirse en polvo.

Hay personas que son incapaces de querer a nadie porque ya se quieren demasiado a ellas mismas. Personas para las que nunca llegarás a estar a la altura, a las que nunca complacerás del todo, cuyas expectativas no llegarás a cumplir. Personas a las que no les importa nada, que todo les resbala como gota de lluvia. Hay personas que jamás podrán llegar a abrir su corazón, que no pronunciarán un te quiero con todas las letras, que no te demostrarán que les importas hasta que sus evasivas teñidas de timidez o malas experiencias dejen de ser disculpables. Las hay que se llenan la boca de palabras bonitas, de promesas y vidas incompletas sin ti, y todos esos planes no son más que castillos en el aire. Y hay personas que te fallarán, te harán daño y te pedirán perdón, te suplicarán una nueva oportunidad, y así cientos de veces, hasta que se agoten.

Y ninguna de ellas te merece.


Y si no te merece, ¿para qué perder el tiempo? ¿Para qué pasarlo mal? De hecho, deberías celebrarlo, porque has tenido la fortuna de librarte de la mala suerte, de esa que se busca y se te pega y te hace creer que te la mereces. Por eso tienes que dejar de lado los buenos momentos, por el momento, y también los malos.

Porque, ¿sabes qué? También hay personas maravillosas.

viernes, 6 de noviembre de 2015

Her-migo

Amigo.

Qué extraña palabra. Qué fría e inadecuada para todo aquello que en realidad supone. Qué inoportuna sobre los labios de quienes alardean tener más de los que su tiempo y corazón, en realidad, les permiten tener.

Es él, con quien puedes reír hasta la saciedad tras una rápida mirada cómplice que no necesita subtítulos ni palabras en un silencio que, para vosotros, ya es esclarecedor y comprensible. O es ella, con la que puedes quedarte sin palabras con la máxima comodidad que supone el conocimiento absoluto de ambos, sin la nerviosa necesidad de ocupar ese espacio para demostrar al otro lo que ya os demostrasteis hace tiempo.

Es él, quien sabe reconocer tus logros, alegrarte como si fueran los suyos y desearte con sinceridad el mayor de los éxitos en la vida. O es ella, quien te ayuda a conseguirlos, quien pone de su parte, aguantando tu peso en sus hombros, colocándote con su esfuerzo un poco más cerca del éxito sin importarle mantenerse debajo de ti, en segundo lugar y desde una posición que la vuelve un poco más invisible. Son ellos, quienes desean tu éxito tanto como el suyo.

Amigo.

El que no necesita llamada urgente, porque antes de que sea urgente, él se ha encargado de transmitirte tranquilidad para que sientas que todo es un poco más posible. Es tu amiga, la que en la peor de tus pesadillas transforma tus terrores en infiernos con recovecos de luz y esperanza. Son ellos, quienes te hacen llegar calma y tranquilidad cuando, quizás, no tienen ni para sí mismos.

Es tu amigo aquél en el que confías plenamente. Con el que tienes la sensación de poder ser tú, sin superficialidades. Aquel con quien no tienes reparos, con quien hace tiempo perdiste las vergüenzas, y con quien nunca has compartido un engaño.

Por eso, propongo un cambio de términos:

Propongo que llames hermano al que hasta ahora llamabas amigo. Propongo que forme parte de tus principales prioridades, propongo que se sitúe en tu primera línea de vida. Porque a los amigos, a aquellos de verdad, no les hace falta tu sangre en sus venas para sentirse especialmente vinculados a ti. De hecho, y si lo han hecho bien, pueden superar con creces ese vínculo que hasta ahora ni si quiera alguno de tus familiares ha sido capaz de crear contigo. Y mira que, eso, es empezar la partida jugando con desventaja.

Y es que, si te fijas, la combinación perfecta para estos personajes sería Her-migo o, quizás, Am-mano. Porque como bien “migo” suscita, saben estar a tu lado, contigo, cuando realmente lo necesitas. Y como “mano” indica, siempre lo hacen echándote una mano o, como mínimo, intentándolo.

sábado, 31 de octubre de 2015

ERES MI ABUELO

Y eres irrepetible.

Porque formas parte de aquella definición con la que cualquier persona con suerte e infancia puede exhalar un suspiro. Porque la he tenido. Porque he tenido la suerte de conocerte. La suerte de coincidir contigo, de disfrutar de ti y de la grandeza que se ha escondido en la sabiduría de tus palabras, en el cariño de tus caricias.

Y es que, a veces, incluso has sido más padre que mis padres, más hermano que cualquier hermano y más amigo que el mejor de ellos. Porque tú, con la experiencia de los años a tus espaldas, has vivido como quien se da cuenta de lo imprescindible de la vida, como quien se ha percatado de que no hay mayor razón de ser en el mundo que la de estar aquí para sentir las mejores emociones del alma.

Porque me has querido incondicionalmente, con todo el orgullo que te ha permitido sentir tu corazón. Pero no me refiero a ese orgullo que actúa como colesterol, taponando las arterias e incapacitando el corazón. No, no. Me refiero a ese orgullo que has sentido por mí, a ése que te ha llenado la boca de halagos en tantas ocasiones y te ha empapado las mejillas de lágrimas en tantas otras. A ése orgullo es al que me refiero, al que pocas personas son capaces de sentir de corazón. Al orgullo de un abuelo.

Eres tú. Y como tú no hay dos, ni tres, ni cincuenta. Ni si quiera eres la categoría gramatical en la que cualquier otro padre de padre pueda sentirse identificado. No señor. Y tampoco entras dentro de la definición de “abuelo” de Wikipedia. Me niego a que entres en cualquier categoría o definición en la que otros puedan compartir espacio contigo. Porque tú eres tú: único, inmejorable e irrepetible. Y es que cuántos padres de padres habrá. Pero cuántos pocos abuelos como tú.

Y cuántas veces me has cuidado. Y no me refiero al cuidado que puede ofrecerte cualquier otra persona que sepa sostener una cuchara, cambiar un pañal y cantar una nana. No. Me refiero al cuidado “con cuidado”. A la atención que una persona es capaz de dedicarle a otra con la disponibilidad de todos sus sentidos. Me refiero al cuidado de quien de día te ama con todas sus fuerzas, y de noche sueña con que tus sueños se cumplan. Al cuidado que no entiende la palabra sin el “dado” final. Porque lo has “dado”. Lo has “dado” todo para que yo, a día de hoy, sea como soy, como querías que fuera, como querías que yo quisiera ser.

Y no hay palabras. No existen. No puedo encontrar los sustantivos, adjetivos o verbos perfectos que puedan llegar a describir lo que has significado para mí. Y perdóname. Perdóname por encajar en el papel de nieto, aunque tú no pudieras definirte como el resto de abuelos. Perdóname por ser el “típico” hijo de hijo de padre. Perdóname por no ser excepcional contigo, por no haber sabido agradecerte todos los detalles que deberían haberme hecho estremecer el alma en cada momento en el que se produjeron. Perdóname por apreciar las cosas con retraso, por duplicarles el valor después de haber sucedido, por acordarme de ellas ahora y empapar este papel a deshora, mientras mis ojos se cierran y mi imaginación te recuerda.

Quiero volver a esos momentos. En los que me preparabas todos aquellos bocatas para pasar la tarde viendo nuestro Betis, como nos unía. O a esos otros, en los que cenando os preguntaba sobre vuestras vidas, vuestros recuerdos, indagando en ellos cual entrevistadora del corazón. Quiero volver. Volver a sorprenderme con vuestros comentarios inesperados y repentinamente ingeniosos, con esos consejos salpicados por una época distinta y esos otros actualizados a golpe de programas y realities de televisión.

Quiero volver.

Pero volver a darte las gracias. A daros las gracias. Y es que esto va por los dos. Porque eres mi abuelo, y también eres mi abuela. A cada cual más único y especial. Quiero volver a daros un beso y a salir por la puerta diciéndoos que “no os quiero” como señal de lo mucho que realmente lo hago.

Quiero volver a sentirme “el típico” nieto.

Y es que, aún siéndolo, ya no soy tan típico por el hecho de haber tenido unos abuelos tan únicos como vosotros.

Pero más que gracias a vosotros, gracias a la suerte: por haberos puesto en mi camino.

martes, 27 de octubre de 2015

La subasta de mi vida.




Hoy me apetece subastar lo que siento. Y no para deshacerme de ello, sino para vendeal mejor postor. Hoy decido que lo viejo, todo lo que he sentido hasta ahora, lo reúno en esta habitación. Todo aquello que he vivido, todo aquello que he pensado, todo aquello que he sentido no es más que lo que soy. Por lo tanto, reciclemos lo viejo, que no por antiguo inútil, y transformémoslo juntos en un nuevo proyecto de vida.

Para ser el mejor postor, te invito a que comiences a conocer el motivo de esta subasta. Por ello, hoy pongo a tu disposición unos cuantos artículos en venta, que no por extraños, son menos interesantes. Aun así, existen algunas condiciones, te explico;

Vendo todas las lágrimas que he llorado por todas las sonrisas que me puedas provocar. Así, serás también capaz de entender el punto de inflexión existente entre el momento en el que escuches el sonido de un lamento o, en cambio, el de una carcajada. Vendo los insultos que he escuchado por palabras que me enciendan el alma. Vendo todo lo que he callado por espacios comunes de reflexión contigo. Vendo las promesas por hechos, por intentos, por esfuerzos. Vendo los celos por confianza, y la frustración por esperanza. Te vendo todo el aburrimiento sentido por toda la curiosidad que puedas transmitirme, y todo el desconocimiento por todo aquello que puedas enseñarme. Vendo mis pesadillas por nuevos sueños, y cualquier "no te arriesgues" por un solo "inténtalo". Vendo todo el pesimismo de mi alrededor por tus futuras dosis de realidad dulcificada y, sobre todo, vendo todo el conformismo por muchas dosis de iniciativa.

Es más, especificaré y te diré que ya no tan solo vendo, sino que también cambio. Te propongo cambiar todas las monedas de 1€ por 100 céntimos por cada una, sorprendernos juntos por el valor de las pequeñas cosas e ilusionarnos al descubrir cuán grandes e importantes pueden volverse. Te propongo no usar la baraja entera con cada juego, sino jugarnos poco a poco todas las cartas, dosificando la emoción y la intención. Te propongo que me enseñes a hablar de "nosotros", a soñar en plural con cada plan, a pensar en 2 en lugar de en 1.

Te invito a que aprendas el significado de las palabras más importantes y las que más vas a necesitar para apostar en esta subasta. Te doy una pista: una de ellas es el respeto. Te invito a escribir esta historia en común. Por este motivo, vendo mis monólogos por nuestros futuros diálogos, y mi butaca del comedor por un lado del sofá. A decir verdad, vendo también todos aquellos postores que te acompañan como rivales en esta habitación si pretenden comprar cualquiera de estas cosas con el bolsillo lleno. Vendo todo su dinero por un corazón sin carencias.

En realidad, ya no incluso vendo, sino que regalo. Te regalo todo aquello que ofrezco si vienes desnudo de miedos, sin bolsillos rebosantes de mentiras, sin los ojos que observan a través de los cristales de las segundas intenciones, sin auriculares que enciendan su música cada vez que escuchen algo que no quieran oír.

Para ser el mejor postor, amigo, acércate con los brazos abiertos y los pies descalzos. No te preocupes por las heridas, ni las que tienes ni las que tendrás. Antes de que empezara la subasta ya preparé en una habitación todo aquello necesario para primeros auxilios, y te aseguro que en el botiquín nos sobran las tiritas. Además, no te preocupes por las heridas, porque a base de buenas curas, incluso las peores, cicatrizan.

viernes, 28 de agosto de 2015

4 años sin ti, abuelo.

Cuatro años es mucho tiempo, pero parece que fue ayer cuando te perdimos para siempre. El paso de los años no curarán esta herida... Me duele tanto que sigamos el camino y tú no estés para vernos crecer y hacer nuestras vidas... Estos cuatro años han sido difíciles sin ti, y sobre todo tristes. Es una pena que no estés en momentos tan especiales como son una boda, una comunión o el nacimiento de nuevos miembros de la familia. En las fotos de esos días faltas tú y tu sonrisa... Envidio mucho a los que han podido disfrutar de ti más que yo, tan solo 13 años pude hacerlo... Porque no he aprovechado el tiempo contigo como ahora me encantaría, y me arrepiento muchísimo. Pero tú sabes que no te olvido ni un segundo, que aunque yo no te pueda oír, quiero pensar que tú me escuchas cada día, y me cuidas como a toda tu familia. No me cansaré de pedirte perdón por todo lo que pueda hacerte daño a ti o a los que quieres. Estoy seguro que estés donde estés te encuentras feliz y descansando en paz, alejado de todos los dolores que has pasado en la vida, porque te mereces estar en el paraíso para siempre. Estoy muy orgulloso de la gran persona que eres y de lo fuerte que has sido siempre para todo. Ojalá pueda seguir tus pasos y me brindes toda esa fuerza. Hoy más que nunca recuerdo el día de tu marcha, en el que el corazón se me hizo añicos nada más enterarme... Cada noche te dedico palabras y lágrimas sin cesar. Te extraño lo que no está escrito abuelo y TE QUIERO muchísimo mi ángel, para mí la estrella que más brilla.
Tengo fe y sé que algún día volveremos a vernos más allá de los sueños...

jueves, 20 de agosto de 2015

Nos conformamos en vez de arriesgarnos, sin pensar que cada día que pasa, no volverá.

Nada está escrito, nada es imposible, ni siquiera posible... todo depende de nuestra voluntad, de esas fuerzas que nos salen de adentro, decir de adentro es decir que puedo afrontar cada desafío.

Tenemos el poder cuando estamos convencidos, cuando estamos decididos, cuando de verdad queremos algo.

No hay obstáculo capaz de imponerse, si queremos podemos llegar más lejos, si queremos podemos llegar más alto, si queremos podemos hacer lo que sea... "sólo hay que proponérselo"...

La vida es algo hermoso, siempre y cuando la hagas a tu manera, sin dejar que nada ni nadie opine por ti, que se meta en tus asuntos queriendo arreglarlos.

Nunca dejes que nadie te arruine la vida.

La vida es una sola, vívela paso a paso y no dejes de hacer nada, probablemente te arrepientas y cuando te des cuenta será demasiado tarde.

Tampoco dejes de vivir los sueños y las ilusiones, sin ellos , la vida no tiene sentido.

Trata de ir siempre de frente, sin vueltas...

No confíes en toda la gente que te rodea, a veces piensas que es la mejor persona del mundo, y en realidad es un verdadero enemigo.

Anda siempre con la verdad, por más dolorosa que sea, de todas formas vale mucho más que una mentira.

Si algún día te sientes solo, y tienes ganas de llorar, hazlo, muchas veces ayuda a que te desahogues.

Ante cualquier problema; no huyas por miedo a enfrentarlo, y nunca olvides esto:

¡¡LUCHA COMO SI FUERAS A VIVIR SIEMPRE
Y VIVE COMO SI FUERAS A MORIR MAÑANA!!

lunes, 17 de agosto de 2015

"Hasta echarte de menos es bonito..."

Las personas “disfrutonas” son una bendición para quienes las rodean, porque tienen la maravillosa habilidad de contagiarte su entusiasmo y dejarte con buen sabor de boca, al menos mientras estás con ellas. No necesitan grandes cosas para sonreír y no es que se conformen con poco, es que se han grabado a fuego aquello de que “la felicidad consiste en tener algo que hacer, alguien a quien querer y alguna cosa que esperar”, que no es poco…


Son realistas y en sus días hay buenos y malos momentos, pero saben encontrar el equilibrio perfecto para no perder ni el norte, ni la sonrisa. Son los mejores confidentes porque escuchan y no te van a dejar lamentarte más de la cuenta, porque cuando hagas una pausa, te pondrán un vaso de agua delante, para que bebas hasta la última gota y entonces entiendas que no sirve de nada teorizar acerca de si un vaso está medio lleno o medio vacío, que lo importante al fin y al cabo es saciar tu sed.

Viven con esperanza, agradeciendo cada muestra de afecto que reciben y dando siempre el ciento por uno, un abrazo suyo es curativo. Te zarandean cuando te hace falta, cuando ven que estás centrando tu atención en cosas que no la merecen y hacen todo lo posible por recordarte qué es lo que de verdad importa, porque ellos lo saben. Su generosidad es la de quien sabe que lo que no se comparte, se acaba perdiendo. Son conscientes de que la felicidad de uno solo se acaba disipando, la de varios que se alegran por lo mismo crece sin control y, entonces, es estupendo formar parte de esa cadena.

La naturalidad les caracteriza, no disimulan y la sinceridad es parte de su encanto. Procura rodearte de gente así, les admirarás con la misma intensidad con la que les extrañarás cuando no estén a tu lado. Te dejarán el mejor recuerdo. Y entenderás que, a este tipo de personas, hasta echarlas de menos es bonito.