viernes, 6 de noviembre de 2015

Her-migo

Amigo.

Qué extraña palabra. Qué fría e inadecuada para todo aquello que en realidad supone. Qué inoportuna sobre los labios de quienes alardean tener más de los que su tiempo y corazón, en realidad, les permiten tener.

Es él, con quien puedes reír hasta la saciedad tras una rápida mirada cómplice que no necesita subtítulos ni palabras en un silencio que, para vosotros, ya es esclarecedor y comprensible. O es ella, con la que puedes quedarte sin palabras con la máxima comodidad que supone el conocimiento absoluto de ambos, sin la nerviosa necesidad de ocupar ese espacio para demostrar al otro lo que ya os demostrasteis hace tiempo.

Es él, quien sabe reconocer tus logros, alegrarte como si fueran los suyos y desearte con sinceridad el mayor de los éxitos en la vida. O es ella, quien te ayuda a conseguirlos, quien pone de su parte, aguantando tu peso en sus hombros, colocándote con su esfuerzo un poco más cerca del éxito sin importarle mantenerse debajo de ti, en segundo lugar y desde una posición que la vuelve un poco más invisible. Son ellos, quienes desean tu éxito tanto como el suyo.

Amigo.

El que no necesita llamada urgente, porque antes de que sea urgente, él se ha encargado de transmitirte tranquilidad para que sientas que todo es un poco más posible. Es tu amiga, la que en la peor de tus pesadillas transforma tus terrores en infiernos con recovecos de luz y esperanza. Son ellos, quienes te hacen llegar calma y tranquilidad cuando, quizás, no tienen ni para sí mismos.

Es tu amigo aquél en el que confías plenamente. Con el que tienes la sensación de poder ser tú, sin superficialidades. Aquel con quien no tienes reparos, con quien hace tiempo perdiste las vergüenzas, y con quien nunca has compartido un engaño.

Por eso, propongo un cambio de términos:

Propongo que llames hermano al que hasta ahora llamabas amigo. Propongo que forme parte de tus principales prioridades, propongo que se sitúe en tu primera línea de vida. Porque a los amigos, a aquellos de verdad, no les hace falta tu sangre en sus venas para sentirse especialmente vinculados a ti. De hecho, y si lo han hecho bien, pueden superar con creces ese vínculo que hasta ahora ni si quiera alguno de tus familiares ha sido capaz de crear contigo. Y mira que, eso, es empezar la partida jugando con desventaja.

Y es que, si te fijas, la combinación perfecta para estos personajes sería Her-migo o, quizás, Am-mano. Porque como bien “migo” suscita, saben estar a tu lado, contigo, cuando realmente lo necesitas. Y como “mano” indica, siempre lo hacen echándote una mano o, como mínimo, intentándolo.

sábado, 31 de octubre de 2015

ERES MI ABUELO

Y eres irrepetible.

Porque formas parte de aquella definición con la que cualquier persona con suerte e infancia puede exhalar un suspiro. Porque la he tenido. Porque he tenido la suerte de conocerte. La suerte de coincidir contigo, de disfrutar de ti y de la grandeza que se ha escondido en la sabiduría de tus palabras, en el cariño de tus caricias.

Y es que, a veces, incluso has sido más padre que mis padres, más hermano que cualquier hermano y más amigo que el mejor de ellos. Porque tú, con la experiencia de los años a tus espaldas, has vivido como quien se da cuenta de lo imprescindible de la vida, como quien se ha percatado de que no hay mayor razón de ser en el mundo que la de estar aquí para sentir las mejores emociones del alma.

Porque me has querido incondicionalmente, con todo el orgullo que te ha permitido sentir tu corazón. Pero no me refiero a ese orgullo que actúa como colesterol, taponando las arterias e incapacitando el corazón. No, no. Me refiero a ese orgullo que has sentido por mí, a ése que te ha llenado la boca de halagos en tantas ocasiones y te ha empapado las mejillas de lágrimas en tantas otras. A ése orgullo es al que me refiero, al que pocas personas son capaces de sentir de corazón. Al orgullo de un abuelo.

Eres tú. Y como tú no hay dos, ni tres, ni cincuenta. Ni si quiera eres la categoría gramatical en la que cualquier otro padre de padre pueda sentirse identificado. No señor. Y tampoco entras dentro de la definición de “abuelo” de Wikipedia. Me niego a que entres en cualquier categoría o definición en la que otros puedan compartir espacio contigo. Porque tú eres tú: único, inmejorable e irrepetible. Y es que cuántos padres de padres habrá. Pero cuántos pocos abuelos como tú.

Y cuántas veces me has cuidado. Y no me refiero al cuidado que puede ofrecerte cualquier otra persona que sepa sostener una cuchara, cambiar un pañal y cantar una nana. No. Me refiero al cuidado “con cuidado”. A la atención que una persona es capaz de dedicarle a otra con la disponibilidad de todos sus sentidos. Me refiero al cuidado de quien de día te ama con todas sus fuerzas, y de noche sueña con que tus sueños se cumplan. Al cuidado que no entiende la palabra sin el “dado” final. Porque lo has “dado”. Lo has “dado” todo para que yo, a día de hoy, sea como soy, como querías que fuera, como querías que yo quisiera ser.

Y no hay palabras. No existen. No puedo encontrar los sustantivos, adjetivos o verbos perfectos que puedan llegar a describir lo que has significado para mí. Y perdóname. Perdóname por encajar en el papel de nieto, aunque tú no pudieras definirte como el resto de abuelos. Perdóname por ser el “típico” hijo de hijo de padre. Perdóname por no ser excepcional contigo, por no haber sabido agradecerte todos los detalles que deberían haberme hecho estremecer el alma en cada momento en el que se produjeron. Perdóname por apreciar las cosas con retraso, por duplicarles el valor después de haber sucedido, por acordarme de ellas ahora y empapar este papel a deshora, mientras mis ojos se cierran y mi imaginación te recuerda.

Quiero volver a esos momentos. En los que me preparabas todos aquellos bocatas para pasar la tarde viendo nuestro Betis, como nos unía. O a esos otros, en los que cenando os preguntaba sobre vuestras vidas, vuestros recuerdos, indagando en ellos cual entrevistadora del corazón. Quiero volver. Volver a sorprenderme con vuestros comentarios inesperados y repentinamente ingeniosos, con esos consejos salpicados por una época distinta y esos otros actualizados a golpe de programas y realities de televisión.

Quiero volver.

Pero volver a darte las gracias. A daros las gracias. Y es que esto va por los dos. Porque eres mi abuelo, y también eres mi abuela. A cada cual más único y especial. Quiero volver a daros un beso y a salir por la puerta diciéndoos que “no os quiero” como señal de lo mucho que realmente lo hago.

Quiero volver a sentirme “el típico” nieto.

Y es que, aún siéndolo, ya no soy tan típico por el hecho de haber tenido unos abuelos tan únicos como vosotros.

Pero más que gracias a vosotros, gracias a la suerte: por haberos puesto en mi camino.

martes, 27 de octubre de 2015

La subasta de mi vida.




Hoy me apetece subastar lo que siento. Y no para deshacerme de ello, sino para vendeal mejor postor. Hoy decido que lo viejo, todo lo que he sentido hasta ahora, lo reúno en esta habitación. Todo aquello que he vivido, todo aquello que he pensado, todo aquello que he sentido no es más que lo que soy. Por lo tanto, reciclemos lo viejo, que no por antiguo inútil, y transformémoslo juntos en un nuevo proyecto de vida.

Para ser el mejor postor, te invito a que comiences a conocer el motivo de esta subasta. Por ello, hoy pongo a tu disposición unos cuantos artículos en venta, que no por extraños, son menos interesantes. Aun así, existen algunas condiciones, te explico;

Vendo todas las lágrimas que he llorado por todas las sonrisas que me puedas provocar. Así, serás también capaz de entender el punto de inflexión existente entre el momento en el que escuches el sonido de un lamento o, en cambio, el de una carcajada. Vendo los insultos que he escuchado por palabras que me enciendan el alma. Vendo todo lo que he callado por espacios comunes de reflexión contigo. Vendo las promesas por hechos, por intentos, por esfuerzos. Vendo los celos por confianza, y la frustración por esperanza. Te vendo todo el aburrimiento sentido por toda la curiosidad que puedas transmitirme, y todo el desconocimiento por todo aquello que puedas enseñarme. Vendo mis pesadillas por nuevos sueños, y cualquier "no te arriesgues" por un solo "inténtalo". Vendo todo el pesimismo de mi alrededor por tus futuras dosis de realidad dulcificada y, sobre todo, vendo todo el conformismo por muchas dosis de iniciativa.

Es más, especificaré y te diré que ya no tan solo vendo, sino que también cambio. Te propongo cambiar todas las monedas de 1€ por 100 céntimos por cada una, sorprendernos juntos por el valor de las pequeñas cosas e ilusionarnos al descubrir cuán grandes e importantes pueden volverse. Te propongo no usar la baraja entera con cada juego, sino jugarnos poco a poco todas las cartas, dosificando la emoción y la intención. Te propongo que me enseñes a hablar de "nosotros", a soñar en plural con cada plan, a pensar en 2 en lugar de en 1.

Te invito a que aprendas el significado de las palabras más importantes y las que más vas a necesitar para apostar en esta subasta. Te doy una pista: una de ellas es el respeto. Te invito a escribir esta historia en común. Por este motivo, vendo mis monólogos por nuestros futuros diálogos, y mi butaca del comedor por un lado del sofá. A decir verdad, vendo también todos aquellos postores que te acompañan como rivales en esta habitación si pretenden comprar cualquiera de estas cosas con el bolsillo lleno. Vendo todo su dinero por un corazón sin carencias.

En realidad, ya no incluso vendo, sino que regalo. Te regalo todo aquello que ofrezco si vienes desnudo de miedos, sin bolsillos rebosantes de mentiras, sin los ojos que observan a través de los cristales de las segundas intenciones, sin auriculares que enciendan su música cada vez que escuchen algo que no quieran oír.

Para ser el mejor postor, amigo, acércate con los brazos abiertos y los pies descalzos. No te preocupes por las heridas, ni las que tienes ni las que tendrás. Antes de que empezara la subasta ya preparé en una habitación todo aquello necesario para primeros auxilios, y te aseguro que en el botiquín nos sobran las tiritas. Además, no te preocupes por las heridas, porque a base de buenas curas, incluso las peores, cicatrizan.

viernes, 28 de agosto de 2015

4 años sin ti, abuelo.

Cuatro años es mucho tiempo, pero parece que fue ayer cuando te perdimos para siempre. El paso de los años no curarán esta herida... Me duele tanto que sigamos el camino y tú no estés para vernos crecer y hacer nuestras vidas... Estos cuatro años han sido difíciles sin ti, y sobre todo tristes. Es una pena que no estés en momentos tan especiales como son una boda, una comunión o el nacimiento de nuevos miembros de la familia. En las fotos de esos días faltas tú y tu sonrisa... Envidio mucho a los que han podido disfrutar de ti más que yo, tan solo 13 años pude hacerlo... Porque no he aprovechado el tiempo contigo como ahora me encantaría, y me arrepiento muchísimo. Pero tú sabes que no te olvido ni un segundo, que aunque yo no te pueda oír, quiero pensar que tú me escuchas cada día, y me cuidas como a toda tu familia. No me cansaré de pedirte perdón por todo lo que pueda hacerte daño a ti o a los que quieres. Estoy seguro que estés donde estés te encuentras feliz y descansando en paz, alejado de todos los dolores que has pasado en la vida, porque te mereces estar en el paraíso para siempre. Estoy muy orgulloso de la gran persona que eres y de lo fuerte que has sido siempre para todo. Ojalá pueda seguir tus pasos y me brindes toda esa fuerza. Hoy más que nunca recuerdo el día de tu marcha, en el que el corazón se me hizo añicos nada más enterarme... Cada noche te dedico palabras y lágrimas sin cesar. Te extraño lo que no está escrito abuelo y TE QUIERO muchísimo mi ángel, para mí la estrella que más brilla.
Tengo fe y sé que algún día volveremos a vernos más allá de los sueños...

jueves, 20 de agosto de 2015

Nos conformamos en vez de arriesgarnos, sin pensar que cada día que pasa, no volverá.

Nada está escrito, nada es imposible, ni siquiera posible... todo depende de nuestra voluntad, de esas fuerzas que nos salen de adentro, decir de adentro es decir que puedo afrontar cada desafío.

Tenemos el poder cuando estamos convencidos, cuando estamos decididos, cuando de verdad queremos algo.

No hay obstáculo capaz de imponerse, si queremos podemos llegar más lejos, si queremos podemos llegar más alto, si queremos podemos hacer lo que sea... "sólo hay que proponérselo"...

La vida es algo hermoso, siempre y cuando la hagas a tu manera, sin dejar que nada ni nadie opine por ti, que se meta en tus asuntos queriendo arreglarlos.

Nunca dejes que nadie te arruine la vida.

La vida es una sola, vívela paso a paso y no dejes de hacer nada, probablemente te arrepientas y cuando te des cuenta será demasiado tarde.

Tampoco dejes de vivir los sueños y las ilusiones, sin ellos , la vida no tiene sentido.

Trata de ir siempre de frente, sin vueltas...

No confíes en toda la gente que te rodea, a veces piensas que es la mejor persona del mundo, y en realidad es un verdadero enemigo.

Anda siempre con la verdad, por más dolorosa que sea, de todas formas vale mucho más que una mentira.

Si algún día te sientes solo, y tienes ganas de llorar, hazlo, muchas veces ayuda a que te desahogues.

Ante cualquier problema; no huyas por miedo a enfrentarlo, y nunca olvides esto:

¡¡LUCHA COMO SI FUERAS A VIVIR SIEMPRE
Y VIVE COMO SI FUERAS A MORIR MAÑANA!!

lunes, 17 de agosto de 2015

"Hasta echarte de menos es bonito..."

Las personas “disfrutonas” son una bendición para quienes las rodean, porque tienen la maravillosa habilidad de contagiarte su entusiasmo y dejarte con buen sabor de boca, al menos mientras estás con ellas. No necesitan grandes cosas para sonreír y no es que se conformen con poco, es que se han grabado a fuego aquello de que “la felicidad consiste en tener algo que hacer, alguien a quien querer y alguna cosa que esperar”, que no es poco…


Son realistas y en sus días hay buenos y malos momentos, pero saben encontrar el equilibrio perfecto para no perder ni el norte, ni la sonrisa. Son los mejores confidentes porque escuchan y no te van a dejar lamentarte más de la cuenta, porque cuando hagas una pausa, te pondrán un vaso de agua delante, para que bebas hasta la última gota y entonces entiendas que no sirve de nada teorizar acerca de si un vaso está medio lleno o medio vacío, que lo importante al fin y al cabo es saciar tu sed.

Viven con esperanza, agradeciendo cada muestra de afecto que reciben y dando siempre el ciento por uno, un abrazo suyo es curativo. Te zarandean cuando te hace falta, cuando ven que estás centrando tu atención en cosas que no la merecen y hacen todo lo posible por recordarte qué es lo que de verdad importa, porque ellos lo saben. Su generosidad es la de quien sabe que lo que no se comparte, se acaba perdiendo. Son conscientes de que la felicidad de uno solo se acaba disipando, la de varios que se alegran por lo mismo crece sin control y, entonces, es estupendo formar parte de esa cadena.

La naturalidad les caracteriza, no disimulan y la sinceridad es parte de su encanto. Procura rodearte de gente así, les admirarás con la misma intensidad con la que les extrañarás cuando no estén a tu lado. Te dejarán el mejor recuerdo. Y entenderás que, a este tipo de personas, hasta echarlas de menos es bonito.

jueves, 13 de agosto de 2015

"Es de valientes"

Es de valientes no tirar de manual y atreverse con lo inesperado. Es de valientes saber despedirse a tiempo, no esforzarte por retener a tu lado a quien quiere alejarse. Es de valientes comprender que no hay fuerza más grande que el cariño, pero que éste puede llegar a desaparecer, haciendo que se desvanezca todo sobre lo que él se sustentaba, sin dejar ni rastro.

Es de valientes esperar tu turno y no precipitarte, aceptar esos límites impuestos por el respeto. Es de valientes sustituir palabras por abrazos cuando la situación lo requiere, saber dónde está tu sitio y cuándo es tu momento. Es de valientes admirar y querer a partes iguales, comprender que lo segundo sin lo primero es prácticamente imposible.

Es de valientes ir y volver ligero de equipaje, tomar el control y dar un volantazo cuando sientas que pisar el freno o el acelerador ya no es suficiente. Es de valientes elegir, tomar partido, ser coherente, es de valientes no mantenerse al margen cuando te piden que des un paso al frente. Es de valientes conservar secretos que acercan vidas, es de valientes tener complicidad con alguien porque sabes que siempre habrá quien espere mucho de ti y te esforzarás por no defraudarle, no se me ocurre mejor motivación.

Es de valientes saber dar las gracias, con el corazón lleno y la sonrisa en la cara, ambas cosas te transforman. Es de valientes ser conscientes de que los mejores momentos de nuestra vida pasarán desapercibidos si no los compartimos con quienes queremos, es de valientes porque estaremos reconociendo que sin ellos no somos nadie.

Pero, sin duda, los más valientes son aquellos que ponen todo su empeño en hacer feliz a alguien… Ellos sí que son valientes.

miércoles, 12 de agosto de 2015

¡Que viva tu sonrisa!

Que vivan los valientes, los que frente a cualquier adversidad se crecen, los que siguen adelante pese a todo. Que vivan los que son leales no sólo a las personas, sino también a sus propios principios, los que entienden que no tienen la última palabra y saben confiar. Que vivan los que dan lecciones sin pretenderlo, los que no tienen la certeza de qué pasará, pero ponen todo de su parte.

Que vivan los que te miran y te convencen, los que te hablan y te hacen pensar, los que te abrazan y te hacen temblar. Que vivan los que responden rápido, los que no necesitan pensar mucho para decir lo que les pasa por la cabeza, porque lo tienen claro. Que vivan las personas sencillas, las que llevan la naturalidad por bandera, las que conquistan con sus buenos modales, las que siempre tienen un “gracias” en la boca, listo para decirle a quien tienen enfrente.

Que vivan los que aprenden a compartir lo que llevan dentro, los que tienen la suficiente humildad como para reconocer que se han equivocado y se proponen no volver a tropezar con la misma piedra. Que vivan los que saben disfrutar de lo pequeño, porque con lo grande alcanzan la felicidad plena, los que atesoran momentos y olvidan rencores. Que vivan los que tienen una meta y no pararán hasta llegar a ella, aunque de vez en cuando frenen el ritmo para tomar aire, que vivan los que saben motivar a quien tienen cerca, los que son especiales sin proponérselo.

Que vivan las conversaciones que inspiran, los buenos sentimientos que mueven el mundo y las razones de unos y de otros. Que vivan los viajes a la otra punta del mundo y a cincuenta kilómetros, pero que ponen distancia igualmente. Que vivan las buenas reuniones, en las que las copas están vacías y las sillas ocupadas, que vivan los años en los que fraguamos amistades que sobreviven al tiempo.

Que vivan las cosas, los sitios y, sobre todo, las personas que nos sacan una sonrisa.

martes, 11 de agosto de 2015

"Sin ases en la manga"

Nos gustan los retos, aquello que se antoja complicado y lejano es lo que más llama nuestra atención. A veces lo conseguimos, otras se nos escapa, pero acabamos encontrando el motivo para seguir adelante. Será porque hemos perdido algo que pensábamos que necesitábamos y después aprendimos a vivir sin ello o incluso nos despedimos de alguien que nos ha enseñado con su partida mucho más que cuando estaba a nuestro lado. Con el paso del tiempo acabamos comprendiendo el significado de que “no hay mal que cien años dure…”

Será porque hemos jugado todo lo que teníamos a una carta y perdimos, pero cambiamos la baraja por el tablero y ahí demostramos que queremos ganar, pero sin ases en la manga. Porque nos empeñamos en coger una estrella, en saltar y alcanzarla a toda costa, hasta que un día entendemos que hay mucho aquí abajo por lo que luchar y, ni siquiera, hace falta ponerse de puntillas. Y es que nos gustan las cosas perfectas hasta que un día empezamos a encontrarle la gracia a los días en los que parece que nada sale, porque precisamente esos acaban con pequeños logros que te hacen sentir, nada más y nada menos, capaz.

Que no buscamos razones a todo lo que nos ocurre, sino que nos dedicamos a vivir de la mejor forma que sabemos. O será también porque a veces hacemos lo contrario, nos hacemos demasiadas preguntas, sin encontrar respuestas certeras y así, no dejamos de buscarlas. Será porque procuramos tener una respuesta para aquel que quiera escucharla, será que cada día nos enfrentamos a miradas que nos recuerdan por qué vale la pena, será porque a veces nos dejan sin palabras.

Y vamos tomando conciencia de que no siempre tenemos la razón, queremos escuchar y aprender… Pretendemos memorizar los pasos y saltar a la pista, mantener el equilibrio, bailar como si nadie estuviera mirando, pero escuchar los aplausos al final. Será porque quieres escribir en un folio en blanco sin torcer ni una línea, será porque a golpe de intentarlo, confías en conseguirlo.

domingo, 9 de agosto de 2015

Amor perruno

Ante las frases que exaltan el amor perruno, siempre hay alguien que dice: “qué exageración”. Pero lo tengo comprobado, los que dicen eso no tienen perro. Hay que tenerlo para descubrir la autenticidad de su amor, para darte cuenta de hasta qué punto son nuestros mejores amigos.

El mío llegó hará cosa de ocho años. Era un cachorro de Yorkshire, una bolita de pelo negra que pugnaba por salir de la jaula y comerte a lengüetazos. Con lo grande que soy y me derrito con esas cosas. El flechazo fue instantáneo.

Luego vino el inevitable periodo de adaptación. Ya no es tan mono cuando se mea en la alfombra o se caga en la cocina. Ni cuando te despierta a las tantas ladrando. Pero es tu responsabilidad, así que si se mea, coges la fregona; si se caga, la escoba; y si ladra, te levantas y le regañas hasta que se calle. Paciencia. Mucha paciencia.

Al final, el perrito aprende y se convierte en parte de la rutina. Los paseos, la comida y la consulta del veterinario. Su cojín ya forma parte del decorado de la casa. Su comedero y bebedero son tan cucos que no imaginas un salón sin ellos.

Simple rutina… o eso te crees tú.

Porque cuando vuelves a casa después de un día duro, hasta las narices de la vida y sin ganas de nada, el muy canalla se las apaña para arrancarte una sonrisa. Te mira con esos ojos de cordero degollado y se pone a dos patas, tratando inútilmente de alcanzarte. Inútil pero cómicamente. Cuando al fin cedes a sus ruegos, te ducha literalmente las manos y se retuerce entre ellas, haciendo cabriolas imposibles con tal de que le rasques detrás de la oreja.

Luego te trae su muñeco, destrozado tras tantos meneos, y sus ojillos te piden a gritos que se lo lances. Y tú lo haces, porque verlo correr detrás de él te hace una gracia… Después de la cuarta o quinta vez, le dices que estás cansado, que te tienes que cambiar. Y él, obediente, se va al cojín a seguir mordisqueando al pobre peluche.

Podría hablaros de esas veces en las que he estado realmente deprimido. O de cuando hemos recibido visita. O de cuando hemos tenido que llevarlo de viaje y tú, con esa voz de pito, intentas explicarle que no vas a dejarlo en el transportín. En todos y cada uno de esos momentos, descubres un brillo tras los ojos de tu perro que es casi humano. Puede que no entienda tus palabras, pero percibe lo que quieres decir; a menudo, mucho mejor que la mayoría de las personas.

Y cuando luego faltan, por cualquier motivo, descubres el enorme hueco que dejan. Te descubres mirando al suelo en busca de él, llamándole cuando llegas a casa y despidiéndote al salir. Descubres que echas muchísimo de menos esa cosa peluda a la que has aprendido a querer.

Puede que los humanos seamos la cumbre de la evolución, pero después de tantos siglos, todavía no hemos aprendido de nuestros hermanos menores. No hemos aprendido a querer a una persona aunque ella no nos quiera. No hemos aprendido a disfrutar de las pequeñas cosas. No hemos aprendido a tener la paciencia de soportar los castigos que, en el fondo, sabemos que son por nuestro bien. No hemos aprendido a confiar en las personas que cuidan de nosotros.

Por eso, a veces creo que los únicos que saben de amor verdadero son los perros. Por eso me dan ganas de decirles cuatro cosas a quienes no lo entienden y, encima, ni siquiera lo han experimentado.

A ti, que si no tienes uno, te animo a descubrir la verdad del refrán: El perro es el mejor amigo del hombre.

sábado, 8 de agosto de 2015

¿Qué es para ti la soledad?

¿Qué es para mí la soledad?
Para mí la soledad es a veces un refugio, un lugar donde calmar mis miedos, donde sólo estoy yo y mis pensamientos, nada ni nadie más. Pero otras veces cuando estoy demasiado tiempo solo esos mismos pensamientos me hacen sufrir, porque no los sé explicar con demasiada nitidez lo que me pasa por la mente.

Eso es lo que tiene la soledad; en pequeñas dosis es buena, es buena cuando elegimos estar solos, y así poder pensar con claridad; pero se vuelven contra nosotros cuando estamos demasiado tiempo solos y nuestros pensamientos negativos nos hacen daño.

A veces buscamos la soledad… Otras veces viene a nosotros sin querer…
Pienso que la soledad a veces es necesaria, otras no. Pero también pienso que tenemos que aprender a estar solos con nosotros mismos porque la única persona que va a estar con nosotros toda la vida somos nosotros mismos, y tenemos que aceptar y aprender a convivir y a hacernos a esta idea de que tenemos que aceptarnos tal y como somos; aprender a escucharnos, aprender a respetarnos y sobre todo aprender a querernos, para poder ser un poco más felices.

Sí, vivimos en sociedad y las personas nos necesitamos unas a otras, para complementarnos, pero también necesitamos eso a lo que llamamos nuestro “espacio” o nuestra “soledad” para poder valorar todo lo que tenemos; la gente que forma de una manera u otra parte de nuestra vida.

Y cuando entendemos que somos, que formamos parte de la vida de otras personas nos entenderemos mejor a nosotros mismos, porque la gente con la que compartimos nuestra vida son el espejo donde nos miramos cada día

viernes, 7 de agosto de 2015

¿Medias naranjas?

¿Cuántos cuentos o historias sobre el amor has escuchado? ¿Cuántos de ellos te has comido? Por defecto, el amor y las emociones van de la mano, lo que los hace ver como una especie de cómplices en este misterioso pasadizo que es enamorarse.

Nada ablanda más a una persona que estar enamorado. Te vuelves sensible a todo, lo ridículo te parece romántico, cuando estás escuchando la explicación de alguien más sobre “lo que significa el amor” asientes a todo lo que dice con una gafa sonrisa, dices comprenderla y repites mil veces “sí, sí… es así como lo estás diciendo; me pasa igual”. Son los caminos rosas del amor, donde se pierde la cabeza gracias a lo que supuestamente dice el corazón y terminamos afiliándonos a una especie de “clanes” no formales que comparten ideologías al respecto.

Es así como terminamos dejándonos seducir por “verdades” como: “estar enamorado es aceptarlo todo”, “amar es perdonar y nunca juzgar”, “sientes amor verdadero cuando no sabes cómo explicarlo”; y el que tiene la medalla de oro es “amar es complementarse”. Este último es el más aceptado porque suena “lógico” y hasta bonito decirse mutuamente aquello de “tú me complementas”. ¿Acaso fue que nacimos sin algún pedazo? ¿Por qué nos suena inteligente el creer que dependemos de alguien más para vivir o para ser felices?

Aceptar que “alguien nos complementa” es decirle al mundo entero “¡ayúdame! porque no soy autosuficiente”. Es gritar a los cuatro vientos que para que nuestra vida sea vida, necesitamos a alguien más. Es arrojar toda nuestra independencia y seguridad por un tubo hacia un depósito de nada, donde solo se acumula aquello que no tiene valor. Aceptarlo de manera colectiva nos haría ver como coches de choques, pegándonos a todo el mundo a ver a cuál pertenecemos; y aceptarlo de manera individual es decirte en el espejo: yo no soy nadie, porque me falta algo.

¿Damos por sentado que el amor es esa cosa horrible o pensamos objetivamente? Porque de ser así, querer estar enamorado es querer dejar de ser independientes para sujetarnos a la velocidad y ritmo de otra persona que anda en la misma onda que nosotros: buscando arrimársele a alguien más; y si acaso eso es “estar enamorado”, ¿quién se va a querer enamorar?

Pues bien, si no es para que nos complemente, ¿para qué vamos a querer estar con alguien más? Puede que sea para compartir nuestras alegrías y tristezas, para tener alguien con quien hablar. Para hacer promesas y cumplirlas, para comprometernos y demostrar que tenemos integridad. Compartir experiencias, tener el apoyo de alguien que nos comprende más que los demás y lograr una complicidad casi perfecta entre dos personas que por más que se quieren como nadie, decidieron estar juntos por egoístas y no porque sienten que les falta un trozo que cualquiera les puede completar.

Es un hecho: no nacimos para que alguien nos complemente. Estamos aquí, somos libres, independientes, y esa persona que elegimos para que nos acompañe en el viaje solo nos hace sentir más felicidad

jueves, 6 de agosto de 2015

"en línea... Pero no en la tuya"

Ni en línea ni en curva. Lo único que está en línea son tus falsas esperanzas y las ideas de lo que nunca será. Lo que está en línea es aquello que quieres que sea verdad de forma tan fuerte, aun sabiendo en el fondo que nunca será. Porque no, no está en línea.

En línea está un mundo que no existe más que en tu cabeza. En línea están tus celos, tus confabulaciones y lo más retorcido de la esquina más oscura de tu imaginación. En línea está media ciudad flirteando con lo que creías que era tuyo. Pero también en línea está la bofetada que te dice que eso no te pertenece. Está en línea, pero no está en tu línea.

En línea están las mentiras piadosas, las falsas verdades y los hechos a medias. En línea está lo que te quiere contar. En línea está lo que quieres escuchar. Lo que está en línea es lo que quieres interpretar. Pero no está en línea. En línea están tus obsesiones, en línea está una comunicación en gama de grises. Niebla y no saber qué pasa, eso es lo que está en línea.

Y de repente, está en línea. No puede mandarte caricia, pero sí. No puede sonreírte ni puede mirarte. Tu mirada no se cruzará con la suya, aunque esté en línea. Tu mirada va a un punto muy concreto, justo debajo de su nombre, para ver si está en línea. Mariposas cuando lo está, vacío existencial cuando no.

Sigue en línea. Tus sonrisas en forma de caras amarillas y tus risas en forma de dos letras sobre las que has apretado muchas veces no reciben un tic azul. Pero sigue en línea. Ese maldito tic no se torna azul como el océano, sino que sigue gris, gris como las cenizas que quemaste al fumar demasiado esperando que ese en línea se convirtiera en Escribiendo…

En línea están tus ganas de meterte en la pantalla y aparecer a su lado. Escribiéndose está la historia de otra relación sin miradas ni caricias. Y, de nuevo, lo doblemente azul será tu decepción.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Dicen que donde duele inspira, el dolor nos hace humanos, nos hace sentir vivos, con él entendemos muchas cosas, gracias a él aprendemos a no volver a cometer los mismos errores, a rectificar, a aprovechar las oportunidades que nos brinda la vida.

El dolor es el precio de la felicidad, es el precio de querer a alguien y perderlo y puede que éste sea el aliciente que tenemos: si sentimos dolor, es porque hemos sentido alegría antes. No existe el uno sin el otro.

El dolor algún día se acabará, la alegría también. Los dos se sustituyen continuamente, ahí está la vida. Es como el amor. Sin término medio. Esta vez no hay escala de grises. Todo o nada.

Siempre hay uno que quiere más, uno que quiere menos.

Uno que deja de querer demasiado pronto, otro que no es capaz de hacerlo nunca.

Uno que ni recuerda, otro que no olvida.

Uno que ni presta atención y el otro, que no para de pensar.

En al amor hay algunos que no quieren (por desgracia), otros que aman, que sienten hasta en lo más profundo de su ser (por suerte, o por desgracia también).

En el amor unos lloran, otros hacen llorar.

Unos mienten, otros jamás lo harían.

Unos darían la vuelta al mundo por ti, mientras tú ni siquiera te plantearías mover un dedo por ellos.

Algunos saben lo que quieren, algunos viven inseguros.

Unos se arrepienten, otros toman decisiones firmes.

Hay quienes viven del pasado, de recuerdos y quienes aprovechan cada segundo del presente.

Unos se recomponen antes, otros después.

Unos necesitan razones para seguir, a otros les sobran los motivos.

Unos son el dolor, y otros son la alegría.

Esto es el amor, como la vida. Sin término medio. Sin escala de grises. Todo o nada.

Qué bonito sería querernos a partes iguales.

martes, 4 de agosto de 2015

Cuando sobran las palabras...

Me gustan las palabras que abren puertas, las “gracias” dichas en el momento oportuno, acompañadas de una gran sonrisa; los “perdón” que curan, que te hacen olvidar y que van seguidos de un abrazo; y los “por favor” que acaban dando derecho a todo, que piden un permiso que se concede con gusto. Me gustan las despedidas en las que se resisten a pronunciar el contundente “adiós” y se decantan por un “hasta pronto”, sobre todo cuando existe la firme intención de cumplirlo.

Me gustan los “buenos días, las “buenas tardes” y las “buenas noches” que deseamos a los que nos rodean. Pero también me gustan los contratiempos, los que nos hacen espabilar y dar un volantazo, los que sacan lo mejor y lo peor de nosotros, los que nos recuerdan que somos humanos. Me gusta volver a intentarlo, me gusta recoger la toalla que arrojé y me gusta levantarme después de una caída. Me gusta contar las horas, señal de que algo espero.


Me gustan los “no te preocupes” que te hacen sentir capaz de todo, los que borran cualquier problema y con los que comprendes que mañana, más y mejor. Me gustan los “¿cómo estás?” porque esperan una respuesta de ti, porque te dan la oportunidad de compartir con quien te pregunta qué te ocupa y te preocupa. Me gustan los “me he acordado de ti por…” porque suelen estar cargados del cariño más inmenso, porque suelen venir de quien quiere tenernos presente en su vida.

Pero también me gusta cuando sobran las palabras… Me gusta estrechar una mano que te deje sin ellas, me gusta mirar frente a frente y que esté ya todo hablado y, sobre todo, me gustan las caras expresivas, esas que acumulan arrugas resistentes a cualquier crema, porque es la vida misma la que las provoca.

domingo, 2 de agosto de 2015

Y tú, ¿ligas o conquistas?

Ahora que gusta mucho decir eso de “todos somos iguales” o “todos somos especiales” o “nada es mejor que nada”, yo digo no. Hay personas y personas.
Hay personas y personas porque hay elecciones y elecciones. Valga el destacado para diferenciar a esas personas en negrita de las, digamos, regulares; esas que, aunque sea en un rápido y diagonal golpe de vista, se te quedan retenidas en la memoria. Ser una persona subrayada se elige.
Siempre he creído que en la vida hay un listón, y que están los que pasan por debajo como en el limbo y los que pasan por encima haciendo un salto de altura.
En el amor, como en todo, hay primeras y segundas divisiones. Creo que nadie debería pasar de puntillas por el mundo cuando puede pisar fuerte. Allá cada uno. Y tú, ¿juegas en primera o en segunda? ¿Ligas o conquistas?
Ligar está bien, es divertido y lo divertido también es necesario, pero no deja de ser la marca blanca de conquistar.
Para ligar, basta con gastarse algo de dinero en durex, arreglarse el pelo, ponerse una buena colonia, no hacer mucho el idiota y entrar a mucha gente. Hasta el más tonto liga un día. Todos tenemos una estadística y la de nadie –una vez que se ha estrenado– es cero. Por el contrario, para conquistar no valen las ropas. Un conquistador no se forma en el centro comercial, se forma teniendo una vida apasionante. Por mucho que quieras aparentar, por muchas camisas, cochazo, maquillaje o tacones, siempre hay un día en que la vida te pregunta ¿qué queda cuando te quitas el vestido?, ¿quién eres cuando te desnudas?
“Un conquistador no se forma en el centro comercial, se forma teniendo una vida apasionante.”.
La mayoría de relaciones nacen de ligar pero mueren por falta de conquista. Casi todas se rompen o no avanzan no porque se tuerzan, sino por desvelo y decepción. De nada sirve el deseo si no lo acompaña la fantasía que evocan las vidas fascinantes. De nada un brillante lazo si en el paquete no hay nada. A nadie le enamora el vacío.
Una de las principales razones por las que las relaciones fracasan es porque falta grandeza. ¿Cuánto tiempo dedicas a estar más guapo, tener mejor cuerpo o comprar más ropa? ¿Cuánto inviertes en crecer como persona?
Todo el mundo liga, pero no todos conquistan. “Para dar una vuelta, todas las bicicletas son buenas, pero hay días en los que recordamos los grandes paseos”, dice una amiga mía. Ligar es juego; conquistar es arte. Ligar es pasatiempo; conquistar es que se quede cuando pasa el tiempo.
Pero conquistar no tiene que ver con la eternidad, sino con la memoria. No es que el Imperio caiga, es que hoy sepas quién es Julio César; no es que te quedes siempre, es que no te olvide nunca. Tampoco tiene que ver con la presencia (física), pues a veces, el peso de la presencia se mide mejor en la ausencia: conquista es cuando puedes decir “ella se fue, pero se quedó el perfume”, o “él se fue pero yo aún sonrío”. Es que, aunque ya no esté, seas una persona diferente porque no te cambió que se fuera, te cambió que hubiera estado.
“Conquistar no es que te quedes siempre, es que no te olvide nunca”.
A la mayoría le asustan los grandes retos y prefieren ser cabeza de ratón a cola de león. Es una opción optar por el atajo, pero si lo haces, no presumas, pues aunque puede que llegues antes, nunca traerás la mochila tan llena como quien hace el camino necesario. No es motivo de alarde liarte con alguien si luego te olvida. Puede ser divertido, y eso está bien, pero el orgullo debe guardarse para cosas superiores. Y el que realmente hace cosas superiores, no alardea, porque la gente superior no muestra con palabras lo que demuestra con actos.
Cuando no se aspira a la grandeza es porque algo hay apremiando la mediocridad. Detrás de cada conducta hay siempre algo que la refuerza. Cuidado con lo que aplaudimos. Nuestra vida es tan grande como aquello que admiramos.
Me repugnan esos chicos que van diciendo “a esa me la tiré” (por ser finos) o sacan pecho para decir el ‘elevado’ número de chicas a las que “se han follado” (se me fue la ‘finería’), como quien cuenta títulos de liga. He dicho chicos y no hombres, no por edad, sino por madurez. Me decepcionan también esas chicas que miden su belleza en función de los chicos a los que besan o a los tropecientos que podrían besar, así como aquellas que se creen superiores por ser guapas.
Lo más curioso es que es entre esta clase de chicos y chicas donde se crea todo: chicos que van como monos detrás de chicas para tratarlas como números y chicas que alardean de ser monas en función del número de chicos que las ven… ¡como números!
Y es que, cuando alguien no puede aspirar a la calidad se refugia en la cantidad. Están los que venden 10 unidades a 1 euro y los que venden 1 unidad a 10 euros. En el mundo de la cantidad, el que apuesta por lo excelente está siempre en minoría.
“Nadie debería pasar de puntillas por el mundo cuando puede pisar fuerte”.
Por todo esto, a mí no me vengas con tu carita bonita de “me lío con quien quiera”, a mí dime algo que me cambie la forma de mirar la vida, ponme los ojos grandes y hazme sentir pequeño. Cuéntame tantas aventuras que sienta que me he perdido un millón de cosas. Dame ganas de comerme el mundo.
Dime que sabes lo que quieres y que “o eso, o nada”; que ni te vendes ni negocias tus sueños. Dime que tu estantería no está vacía y que tu libro favorito no es un best seller. Hazlo con tanta pasión que me lo compre mañana. Dime que cuando puedes viajas, y que viajar no es lo mismo que hacer turismo. Dime que descubriste que el secreto de la felicidad no está en tener, sino en ser, crecer, dar y amar con valentía. Y dime que te partieron el corazón y que aún así lo pondrías sobre la mesa si se presentara la ocasión.
Dime que con tus años lo mejor de ti no es tu belleza. No quiero un rato más, quiero alucinar contigo. No quiero mirarte, quiero admirarte. No quiero olvidarte, quiero que me dejes un surco después de beberte, como el café. Y, aunque pueda que no pueda ser, aunque se acabe o aunque duela, quiero que el rato contigo merezca, si así fuera, una dulce pena.

sábado, 1 de agosto de 2015

Llevo un tiempo pensando que la gente miente a todas horas. En serio. Cada vez más. Y es curioso que precisamente sea la época en la que la gente alardee más de sinceridad. “No, yo es que digo las cosas a la cara”, “No, es que yo voy de frente”. Menuda trola. La gente miente continuamente. Y por todo, además. Yo también lo hago. Supongo que forma parte del instinto de supervivencia. Nos montamos el caparazón a base de mentiras, pero lo que no sabemos es que construyen una estructura endeble, susceptible de mojarse cuando llueve. Reblandecerse. Y caer.

Mentimos a todas horas. Decimos que algo no nos importa, cuando sí que nos importa. Decimos que algo no nos duele para no preocupar a quienes nos quieren, cuando sí nos duele, cuando ni la morfina paliaría el dolor. Decimos que no nos importa lo que la gente diga de nosotros, pero lo cierto es que llevamos fatal las críticas y siempre tendemos a pensar en qué habremos hecho o en cómo podemos mejorar. Cuando la verdad es que la gente siempre nos criticará, y no por nada en particular, sólo por criticar. Y de nada vale buscar razones, qué va.

Mentimos a todas horas. Decimos que no estamos decepcionados, que nos da lo mismo. Pero nunca da lo mismo. Y a quien siempre le de lo mismo, que se lo haga ver. Dar lo mismo es como dar la nada. Es vacío, es aburrido, es nulo. Como cuando anulas un ticket cuando la has liado. Eso es “dar lo mismo”. Dar lo mismo es igual a: me habría gustado que las cosas fueran de otra forma, pero me jodo y me aguanto. Creo que el “me da igual” debería estar borrado del libro de frases hechas, porque la gente siempre prefiere algo. O cerveza o vino. O falda o vestido. O bigote o barba. O café o té. O pollo o ternera. O piña o sandía. Y si te gusta todo es que eres un chaquetero incapaz de mojarte, cambiando tu bando conforme bailan las veletas. Y no nos gustas.

Mentimos a todas horas. Mentimos cuando decimos que “sólo estamos conociéndonos” cuando puede que ya nos veamos casadas y con hijos. O igual tanto no. Porque la edad te serena y te transforma los pies en puro plomo. Pero puede que sí que estemos ilusionados y con ganas de más. Pero decimos que no, “que ya se verá”, “que tiempo al tiempo”, “que poco a poco”, “que sólo es un amigo”. Eso es mentira. Pero a ver quién levanta la mano y suelta “Sí, me estoy pillando y no quiero pillarme porque no sé si él está pillado o piensa pillarse o no quiere pillarse, y a saber si me pillo lo que pasa, ay de mí, mejor me callo”. Y hacemos como que todo va bien si empieza a ir mal. Y hacemos como que no nos importa que no conteste rápido a ese mensaje, o llame tarde cuando dijo que llamaría pronto. Miramos a los ojos de quien tenemos delante defendiendo una burda mentira.

Pero aun así, vamos de sinceros. Decimos que nada nos asusta. Que esa película no nos hizo llorar. Que no tenemos ese libro en la mesita de noche. Que no nos rompieron el corazón en mil pedazos y en repetidas ocasiones. Que no escribimos en libretas para salvarnos.

Decimos que el pasado nos enseñó. Que ya aprendimos a no tropezar. Que nunca jamás de los jamases volveremos a dejar que nos rompan como pompas de jabón. Mentimos. Mentimos sin parar. Tenemos la poca vergüenza de levantar la cabeza y decir que sí cuando es no, y de no cuando es sí. Decimos que no es nuestro momento, que no queremos enamorarnos de nadie, que nos aleja de nuestra meta, que no nos deja pensar con claridad y enfrentar el día a día con sentido común.

Decimos que ya nadie sería capaz de sorprendernos ni de mordernos el corazón. Cuando es que no. Que no, que no, que no. Que sí. Que sería capaz. Quien fuera que lo hiciera bien. A conciencia. A fuego lento. Cualquiera que demostrara que el amor de verdad nunca pasa desapercibido, que la magia real nunca va vestida de traje y corbata. Que la magia es un pijama de domingo. Un vestido blanco de falda vaporosa y hombros descubiertos. Unas chanclas en la playa. Una camisa abierta luchando por saltar desde el cuerpo hasta el colchón. Que la magia nunca es un corsé. Que el amor nunca ata, siempre da aire, siempre respira libre bajo un sol espléndido.