Dicen que donde duele inspira, el dolor nos hace humanos, nos hace sentir vivos, con él entendemos muchas cosas, gracias a él aprendemos a no volver a cometer los mismos errores, a rectificar, a aprovechar las oportunidades que nos brinda la vida.
El dolor es el precio de la felicidad, es el precio de querer a alguien y perderlo y puede que éste sea el aliciente que tenemos: si sentimos dolor, es porque hemos sentido alegría antes. No existe el uno sin el otro.
El dolor algún día se acabará, la alegría también. Los dos se sustituyen continuamente, ahí está la vida. Es como el amor. Sin término medio. Esta vez no hay escala de grises. Todo o nada.
Siempre hay uno que quiere más, uno que quiere menos.
Uno que deja de querer demasiado pronto, otro que no es capaz de hacerlo nunca.
Uno que ni recuerda, otro que no olvida.
Uno que ni presta atención y el otro, que no para de pensar.
En al amor hay algunos que no quieren (por desgracia), otros que aman, que sienten hasta en lo más profundo de su ser (por suerte, o por desgracia también).
En el amor unos lloran, otros hacen llorar.
Unos mienten, otros jamás lo harían.
Unos darían la vuelta al mundo por ti, mientras tú ni siquiera te plantearías mover un dedo por ellos.
Algunos saben lo que quieren, algunos viven inseguros.
Unos se arrepienten, otros toman decisiones firmes.
Hay quienes viven del pasado, de recuerdos y quienes aprovechan cada segundo del presente.
Unos se recomponen antes, otros después.
Unos necesitan razones para seguir, a otros les sobran los motivos.
Unos son el dolor, y otros son la alegría.
Esto es el amor, como la vida. Sin término medio. Sin escala de grises. Todo o nada.
Qué bonito sería querernos a partes iguales.
Me parece bien, sigue así
ResponderEliminar